martes, 15 de diciembre de 2015

EL SACERDOTE QUE NO CREÍA EN SUS VISIONES

EL MURMULLO DE LOS DEMONIOS Y EL POETA LOCO
Howard Phillip Lovecraft

La primera vez que H. P. Lovecraft menciona el Necronomicón (etm. «Libro de los nombres muertos») es en el cuento The Hound (El sabueso). «En realidad, era ajeno a todo arte y literatura conocida por lectores cuerdos y equilibrados, peronosotros reconocimos en el amuleto la cosa sugerida en el prohibido Necronomicon del árabe loco Adbul Alhazred; el horrible símbolo del culto de los devoradores de cadáveres de la inaccesible Leng, en el Asia Central».
La posibilidad de la existencia histórica de este misterioso documento suscitó una búsqueda febril en el ambiente de los libreros, anticuarios, bibliófilos e investigadores de lo oculto. Y no tardó en generarse una controversia entre los estudiosos que sostenían que se trataba de un producto de la prolífica y terrible imaginación de Lovecraft y los que defendían la autenticidad del Libro del Nombre de los Muertos y se lanzaban a explorar sus fuentes.
El propio Howard Phillips, en un texto titulado The History of Necronomicon, escrito en 1927 y publicado en 1938 por Wilson H. Shepard en The Rebel Press, Oakman (Alabama), lanza, para acrecentar la atmosfera de desconciertos y suposiciones, algunos datos sobre el origen de esta piedra rara que aparecía de pronto en la tradición ocultista. El título original era Al Azif, siendo Azif el término utilizado por los árabes para designar el rumor nocturno de los insectos, que se suponía que era el murmullo de los demonios (azif being the word used by Arabs to designate that nocturnal sound (made by insects) suppos’d to be the howling of daemons).
En el mismo texto, Lovecraft atribuye su autoría al poeta loco Abdul Alhazred, de Sanaá, en Yemen, que habría vivido en época de los Omeyas, hacia el año 700. Alhazred visitó las ruinas de Babilonia y los subterráneos secretos de Menfis y pasó diez años en el desierto que cubre el sur de Arabia, el Rub al Khali o «espacio vacío» de los antiguos y el Dhana o «desierto escarlata» de los modernos. El poeta árabe escribiría el Necronomicon en sus últimos años de vida en Damasco, atormentado por los demonios y, según Ebn Khallikan (biógrafo del siglo XII), devorado en pleno día por un monstruo invisible frente a los ojos de muchos testigos. «Él era solamente un islámico indiferente que adoraba entidades desconocidas a quienes llamaba Yog-Sothoth y Cthulhu».
DE OLAUS WORMIUS A ALEISTER CROWLEY
Lovecraft menciona luego, en el mismo texto, una serie de traducciones secretas que fueron censuradas, desaparecidas o nunca impresas. Entre ellas la de Theodorus Philetas, de Constantinopla, que sería el que habría de ponerle el nombre de Necronomicon, y la de Olaus Wormius al latín, ambas censuradas por el papa Gregorio IX en 1232. La única traducción al inglés sería la del mago isabelino John Dee, que nunca se imprimió, pero cuyos fragmentos manuscritos se encuentran bajo llave en diversos lugares, como el British Museum o la Universidad de Buenos Aires, según el mismo Lovecraft.
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De acuerdo a Keneth Grant (jefe del OTO, Ordo Templi Orientis): «Históricamente hablando, el Dr. John Dee (1527-1608) fue el primero en dejar un informe detallado de la relación humana con habitantes de la brecha sin dimensiones que hay entre los universos».
Es posible que la obra de John Dee sea de gran influencia en Lovecraft para la creación de los mitos de los Antiguos, siendo este en el pasado uno de los mayores adeptos a la magia que mantenía un contacto mediante prácticas invocatorias con entes no humanos de otras dimensiones.
El doctor Dee era el astrólogo de la reina Isabel; según Grant, estaba desprovisto de poderes «paranormales», pero trabajaba con cierto número de visionarios o videntes. El más importante de estos es un tal Edward Kelly, irlandés que hacía de médium en las investigaciones de Dee. Este último registró en centenares de páginas las largas conversaciones de su asistente con los espíritus.
Los espíritus proporcionaron a Dee, para la creación de su extensa obra Lyber Mysterium, una  serie de invocaciones mágicas o «claves» en un antiguo idioma llamado «enoquiano», un pilar fundamental en la simbología de la logia masónica del Golden Dawn o Amanecer Dorado, a la cual pertenecieron varios escritores ocultistas de la talla de Lovecraft, como Arthur Machen, autor de The Great God Pan. El libro de Enoch es un libro apócrifo del Antiguo Testamento que describe la forma en que los ángeles tuvieron relaciones sexuales con las hijas de los hombres y les transmitieron los secretos básicos de la magia y el ocultismo; en hebreo, no en enochiano. Los espíritus de Dee identificaron el lenguaje de las claves como el de los ángeles de The Book of Enoch, un lenguaje con su propia gramática y sintaxis que, en palabras del escritor Aleister Crowley, «es incluso más sonoro, majestuoso e impresionante que el griego o el sánscrito».
GRIMORIOS Y MANUSCRITOS: LAS METÁSTASIS DEL MAL
En el periodo histórico de Al Azif (siglo X) hay otros tres tratados de magia que definen el estilo del ocultismo de aquella época: en primer lugar, el célebre Kitab-al-Ihud, un misterioso manuscrito árabe que se dice que fue presentado al rey Salomón por el demonio Asmodeo; en segundo lugar, The Key of Salomon (La llave de Salomón); y en tercer lugar, The Sword of Moses (La espada de Moisés).Featured image
Lovecraft menciona en sus relatos los libros negros VI y VII de Moisés, que pertenecen a esta misma serie y encierran la simbología mágica de la cábala hebrea.
Estos libros abundan en invocaciones a demonios, sellos mágicos, personajes místicos, junto a innumerables encantamientos compuestos casi por entero de palabras desconocidas apenas pronunciables y nombres como Ksoo’ppghiel, N’mosnikttiel y Skd Huzi. Nombres muertos pertenecientes a otras épocas, remotas y completamente extintas, que se reflejan en el título Necronomicon: The Book of Dead Names.
Desde la muerte de Lovecraft, en 1937, han visto la luz varios manuscritos que pretenden ser el Necronomicon, siendo el más prometedor de ellos el descubierto por Sprague de Camp (escritor de ciencia ficción, terror y fantasía, creador del personaje Conan el Bárbaro y estudioso de la obra de Lovecraft) en el norte de Irak.
El códice de Camp, desenterrado en las tumbas de Duria y escrito totalmente en los caracteres crípticos del antiguo duriano (una forma poco corriente del sirio), fue considerado durante algunos años por muchos ocultistas como el verdadero Necronomicon. A pesar de que la reciente labor de investigación de Carl Tausk en Viena ha demostrado otra cosa, se ha comprobado que el texto (Al Azif) contiene fórmulas mágicas y saber antiguo que lo relacionan con una tradición similar pero no idéntica.
Robert Turner (fundador de la Orden de la Piedra Cúbica) hace referencia al Libro de Dzyan, de Madame Blavasky (Helena Blavatsky, escritora ocultista rusa), que a su vez se cree es un extracto fragmentario del Maní Loumbourm, el gran depositario de escrituras sagradas y secretos mágicos atribuidos a los dzugarianos, una raza hace mucho tiempo desaparecida que una vez habitó las regiones del Tíbet. Un examen del texto reveló lo que Turner buscaba, acerca de cómo una vez la Tierra estuvo poseída por extraños seres caóticos e increíbles monstruos que, se afirmaba, habían traspasado la brecha desde otros universos en tiempos incalculablemente antiguos, y donde se constata también su expulsión mediante las Fuerzas del Orden.
Turner identifica este libro de evocaciones de entes malignos, caos, oscuridad y desorden, que presenta algunos elementos redentores que hacen sentir su presencia a través de la coexistencia de fórmulas dedicadas a subyugar a los poderes demoníacos, con los trabajos tradicionales de la magia que constituyen el Ciclo Salomónico. En varios de sus cuentos, Lovecraft hace referencia al Libro de Dzyan y a fragmentos tales como: «Las llamas vinieron». «Rodearon a las Formas que tenía dos y cuatro caras». «Combatieron contra los Hombres-Cabra y los Hombre con Cabeza de Perro y los de cuerpo de pez». Turner cree encontrar en The Book of Dzyan el telón mitológico de fondo adecuado para los Mitos de Cthulhu.
«DETESTO A LA RAZA HUMANA, SUS APARIENCIAS Y CONCUPISCENCIAS»
Colin Wilson, autor del reconocido libro The Occult, en una interpretación jungiana sostiene que los sueños de Lovecraft son como visiones momentáneas de planos astrales de lo que Jung llamó arquetipos del inconsciente colectivo. Una memoria que nos conecta con las estructuras básicas formales que anteceden a la generación de las mitologías, que se encuentran en el ADN de la especie y que nos vinculan con los símbolos de una conciencia que acontece en planos interiores mucho más profundos de los que vivimos en la existencia cotidiana. O, como diría Yeats en su autobiografía: «Yo sé ahora que la revelación viene del yo, de aquel secular yo recordado, y que el genio es una crisis que por un momento une a aquel yo soterrado con nuestra mente trivial cotidiana».
El padre de Lovecraft murió de sífilis cuando este tenía ocho años. La relación con su madre era una relación «proustiana», como la llama Wilson, y su salud era muy pobre: «Solo estoy medio vivo, una gran parte de mi energía se consume en incorporarme o andar. Mi sistema nervioso es una ruina hecha pedazos y estoy totalmente aburrido y decaído, excepto cuando encuentro algo que me interese particularmente». Los primeros veintiún años de su vida Lovecraft vivió encerrado en una biblioteca leyendo a Poe, Arthur Machen y Lord Dunsany antes que a Shaw, Wells o Chesterton, a quienes aborrecía. Esta existencia aletargada, tediosa, aburrida, enferma, de una persona que había declarado: «detesto a la raza humana, sus apariencias y concupiscencias», era quizás la más propicia para la generación de una conciencia ocupada en las luces y sombras que disputan en el caos del espacio primigenio. Y no es coincidencia que luego del fracaso de su matrimonio y su retorno de Nueva York a Providence escribiera sus obras más significativas: relatos como The Call of Cthulhu, The Case of Charles Dexter Ward, The Dunwich Horror, The Colour Out of Space. Los estudiosos de los Mitos de Cthulhu observarán que en The Dunwich Horror la entidad alienígena se dispersa mediante encantamientos mágicos del Necronomicon. Y de todas las narraciones de Cthulhu de este período se obtiene la impresión de que Lovecraft había estado estudiando la historia y la práctica de la magia.
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Cthulu
Dice Colin Wilson que, con la edad, Lovecraft «fue perdiendo la capacidad de horrorizar, ahora deseaba evocar la inmensidad del Universo, el misterio del tiempo y del espacio». En ese momento de su escritura es que Lovecraft alcanzó niveles tan poderosos en la creación de su mitología creativa (como diría Joseph Campbell) y así se explica que, a pesar de no ser dueño de una técnica refinada o una forma muy lograda, Cthulhu y los Grandes Antiguos hayan sobrevivido al Pegana de Dunsany y al Poicteseme de James Branch Cabell.
Podemos pararnos a un lado en relación a aquella absurda controversia entre los que creen que el Necronomicon es pura invención y los que creen poder encontrar sus fuentes legítimas diciendo que H. P. Lovecraft alcanzó a pulsar aquel «yo con memoria secular» del que habla Yeats y se puso en contacto con los Primigenios a través de los símbolos. A pesar de que el mismo Lovecraft era el sacerdote que no creía en sus visiones, un simple escritor de fantasía, o, en sus palabras, «el esteta sensible que quiere mantenerse vivo en medio de las ruinas de la civilización tradicional».
BIBLIOGRAFÍA
Colin Wilson. The Occult. A History. PDF.
Donald Tyson. Necronomicon. Madrid, Solaris Ficción.
H. P. Lovecraft. Narrativa completa. Vols. I y II. Madrid, Editorial Valdemar.
—The History of the Necronomicon.
W. B. Yeats. The Collected Works of W. B. Yeats. Vol. IV: Autobiographies. Nueva York, Scribner.
Christian Kent
cksienra@gmail.com

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